-LA ESTANTERÍA CON LOS LIBROS HABÍA INVADIDO MI TERRITORIO PERRUNO
Mis queridos amigos, ya os dije que la vuelta de vacaciones para un pobre perro como yo es triste. Si. Me aburro.
Mi ama la Dama de Girasoles desde que hemos vuelto no hace otra cosa que vaciar maletas, cambiar cosas en la casa, poner la lavadora, ir al supermercado... en fin, cosas que a mi no me gustan nada.
Los paseos se han hecho más cortos y me estoy más tiempo en el diván haciendo compañía a la abuela de la casa que yo llamo Catalina la Grande porque suele siempre dar órdenes a todos menos a mi que aunque me las de no le hago caso.
Bueno, pues os cuento lo que pasó ayer.
Resulta que mi ama dice que le ha llegado el tiempo de morirse, no es que esté enferma, yo creo que tiene esa cosa que los humanos llaman la depresión de la madurez, y que para preparar tal eventualidad quiere rodearse de todos los poetas que le gustan, es decir, que como tiene la mesilla de noche con muchos libros que a veces se caen todos porque están amontonados, pues ella cree que aunque deba morirse lo debe hacer con un cierto orden.
Por lo tanto después de mucho buscar vino con un estantería a mi territorio comprende toda la superficie de la casa y hasta 1 metro de altura)Colocó muy bien todos los libros (solo de poetas), se llevó los otros libros a la biblioteca y dijo:”éstos de ahora en adelante serán mis compañeros de insomnio, mis custodios de la noche, lo que leeré cada día antes de dormir si es que puedo dormir”.
Sucedió que mis amos salieron de la casa y yo me senté enfrente de la estantería-torre
y me sentí incómodo al ver ahí ese trasto colocado en mi territorio (mi territorio es toda la superficie de la casa y hasta un metro de altura).
Debo decir que como advertencia para que se fuese estuve ladrando con insistencia colocado delante de él.
Pero nada, el trasto con mucha chulería no se iba y parecía indiferente a mis amenazadores ladridos por lo cual tomé la decisión de atacar al impertinente y fui cogiendo uno por uno los libros lanzándolos con furia al aire y viendo con gusto que se desparramaban todos por el suelo.
No contento con ello cogí un libro que se llamaba “Antología Poética de Federico García Lorca”, me lo puse entre mis patas delanteras y empecé a comerme placenteramente el lomo.
Por desgracia en ese momento llegaron mis amos de la calle y no quiero deciros como se enfadaron conmigo, total, por haberme comido un libro.
En fin, que sintiéndome un incomprendido corrí a toda velocidad y me escondí a la velocidad del rayo bajo un butaca orejera.