martes, 10 de abril de 2012

EL PERRITO CLOWN EN EL BOSQUE DEL OTRO LADO





-LAS NIÑAS DE LA CASA ERAN UNAS ADOLESCENTES

-KIRO Y YO ÉRAMOS UNO MORENO Y OTRO RUBIO Y DORMÍAMOS COMO DOS SARDINAS EN LATA
Me alegro Pippo que hayas venido a vernos, aquí estamos todos esperando en el Jardín de Francisco con las otras mascotas de casa a que un día lleguen a recogernos la dama de Girasoles o el Señor de los pájaros.
Sé que estás cansado de hacer la guerra a la bruja Archibalda, es ésta ya una guerra tan larga que se parece a la Reconquista que duró ocho siglos. Esa dichosa bruja con sus secuestros de pobres animales distraídos para despellejarlos y vender su piel, se está forrando sobre todo con las fábricas de chaquetas en China. La globalización ha sido una mala cosa también para nosotros los animales.
Pero, bueno, Pippo, me alegra saber que entremezclas tus acciones de guerrilla contra la malvada bruja con el ejercicio del “periodismo animal” y me alegro que con ese motivo atravieses la pantalla del ordenador, vengas al Bosque del otro lado y hayas aprendido a desenvolverte bien por aquí.
Como verás las mascotas que estamos con Francisco y Lupo estamos muy bien porque, a diferencia de nuestros colegas terrestres, aquí nada tenemos que temer, éste Bosque es fantástico, las flores están más perfumadas, la hierba es incluso más verde y las ranas de la charca son nuestras amigas y nos hablamos en un lenguaje universal intermascotil que va más allá de nacionalidades, razas y especies.
Como ya te dijo el perrito Kiro en su entrevista, a mi me compraron porque él había sido víctima de un secuestro y nuestros amos le buscaron por todas partes y parecía que se le había tragado la tierra. Estábamos en Playa de Aro y como la Dama de Girasoles se había cogido una depresión, decidieron ir a un criadero de teckels cerca de Barcelona y allí me escogieron a mi entre mis hermanitos.
Empecé pues mi vida de cachorro muy feliz en la playa, hasta que un buen día lograron encontrar al desaparecido Kiro, el cual se quedó muy extrañado al volver a casa de encontrarse un cachorrillo endiablado que le tiraba del rabo, le mordía las orejas y le daba revolcones para jugar porque si bien yo era cachorro Kiro era un pekinés enano y aunque mayor que yo era más pequeño.
De todas formas Kiro impuso su autoridad, me hizo entender que el jefe era él y que en el cesto que compartíamos primero se colocaba él y después yo que me acurrucaba a su lado y nos quedábamos como dos sardinas en lata. Él era rubio de pelo largo y yo marrón de pelo raso. Parecíamos aquello de “una morena y una rubia hijas del pueblo español” solo que en chicos porque los dos éramos machos.
En aquellos años vivíamos en Parma, Italia, y las hijas de la casa Graziella y Amaya eran unas adolescentes que hacían todas las cosas que hacen las adolescentes de su edad, estudiaban, venían sus amigos a casa, comenzaban a tontear con chicos, hacían largas llamadas telefónicas, etc...
Como Kiro era mayor que yo pues eso, empezó a envejecer, se quedó ciego, andaba muy despacito, el veterinario decía que en realidad no sufría porque los perros viejos se conocen de memoria la casa y se guían por el olfato.Dormía casi siempre en su cestito, tomaba unas pastillas para su cansado corazón, y como él mismo explica en su entrevista, un día se fue al Jardín de Francisco, donde ahora está conmigo de nuevo joven, filósofo y contento.
La muerte de Kiro para mi fue un trauma terrible, no dejaba de buscarlo, llorar todo el día, aullar, molestar a todos los vecinos con mis lastimeros ladridos. Nunca más quise quedarme solo en casa y si tenían que salir, la única solución era que me pusieran a dormir dentro del coche en el garaje.
Eso para que sepáis las raras manías que tenemos los teckels.
Así y todo puedo decir que mi vida transcurrió con toda felicidad hasta que la vejez y la enfermedad pudieron conmigo. Tenía unos ataques convulsivos tremendos. La Dama de Girasoles tuvo que aprender a inyectarme Valium, y así andábamos hasta que una noche nada, ni el Valium, calmaban mi estado, no conocía a nadie, me llevaron de noche a unas urgencias veterinarias, y allí el veterinario dijo que mi cerebro estaba completamente deteriorado y que dada mi veneranda edad la única solución para mi era la eutanasia.
Debo decir que no sentí dolor ni nada malo, que me encontré catapultado en éste fantástico Jardín con delante las caras de Francisco, el hocico puntiagudo de Lupo y el hocico chato de Kiro.
Fue como nacer de nuevo, querido Pippo, esa es mi historia, cuando vuelvas a atravesar la pantalla del ordenador, dí a mis amos y a Graziella y Amaya, que estoy muy bien y que aquí esperamos a que vengáis todos.
Besos y chupetones a todos.